Islandia III. Inicio o final de la dorsal mesoatlántica

Islandia 🇮🇸, desde el punto de vista geológico, es una isla joven. Se formó aproximadamente hace veinte millones de años, tras una serie de  erupciones volcánicas submarinas en la dorsal mesoatlántica. 



La dorsal mesoatlántica es una dorsal mediooceánica, o dicho de otra manera, es un límite divergente entre placas tectónicas y se extiende a lo largo por el fondo del océano Atlántico. 

La sección de la dorsal que incluye Islandia 🇮🇸  es conocida también como la «la dorsal de la teoría del Greenwich africano». 

Y si alguien nos preguntara por esta teoría, muchos de nosotros contestaríamos sin pensar: "Es el referente mundial para establecer la hora en todos los países" casi seguro que también añadiríamos: "Esta en Londres en un observatorio mundial"

En Greenwich se fijó el meridiano cero. El motivo de fijarlo aquí concretamente, fue debido a que en 1884, el Imperio británico estaba en su máxima expansión y presionó bastante para que este punto de referencia horaria mundial se estableciera en este distrito londinense. 

Muchos de nosotros, los amantes de la serie “Juego de tronos” nos imaginamos a Ygritte caminando con su ejército entre dos enormes paredes de piedra.



La dorsal Atlántica empieza su recorrido en Islandia y termina en el Sur de Océano Atlántico. Hace un enlace con el sur de África en el Cabo de Buena Esperanza, hasta pasar por la dorsal del Océano Índico. 

A lo largo de la dorsal Atlántica se encuentran islas y archipiélagos de origen volcánico. Un total de nueve islas se encuentran en medio de esta dorsal Atlántica, entre ellas: Islandia 🇮🇸, San Pedro, Las Azores y Jan Mayen. 

La extensión de la parte más grande de la dorsal Atlántica ocupa a lo largo unos 3.000 a unos 5.000 metros por debajo de su superficie. Desde su lecho marino hay una larga cadena montañosa cuyas cumbres, hundidas en el agua, se elevan a diversos metros de altura que oscilan entre los 1.000 y los 3.000 metros. Por otro lado, la dorsal Atlántica tiene una extensión a lo ancho, que ocupa aproximadamente los 1.500 kilómetros de Este a Oeste.

Esta dorsal posee una gran hendidura,  un valle profundo que va por toda la longitud de su cresta. Su anchura estimada ronda los 10 kilómetros y sus paredes son unas auténticas murallas que llegan a una altura de hasta 3 kilómetros. 

Este valle forma una frontera natural en el fondo del Océano Atlántico y divide las dos placas tectónicas que se encuentran en la Tierra. Su ensanchamiento se produce constantemente, a un ritmo de 3 centímetros al año 🙄 Esto supone que cada año estamos un poco más lejos de nuestros vecinos del otro lado del Atlántico.

Debido a la alta actividad volcánica que tiene dentro, la zona en la que se produce la apertura del lecho marino tiende a nutrirse de su rápido ascenso. El magma cuando sube, se enfría y posteriormente se convierte en una nueva capa que se une al suelo del océano. La dorsal Atlántica tiene zonas de fractura. La más conocida es la fractura de Romanche, que va en sentido de Este a Oeste. También tiene discontinuidades cuya extensión superan los 100 kilómetros de longitud.

Esta larga línea serpenteante, es interrumpida en varios de sus tramos debido a la intervención de los  volcanes 🌋 y terremotos subacuáticos tan frecuentes en esta parte de la tierra 🌍. Esta línea deja una separación clara en las capas tectónicas que se ubican en los continentes.

El terreno de la dorsal Atlántica se forma gracias al magma candente que trata de subir a la superficie, pero que se topa con las aguas oceánicas. Esto hace que acabe enfriándose y haciendo que de la erupción volcánica subacuática surja una pared de lava endurecida que pasa a ser la nueva capa de suelo en el lecho marino. Cada año se añaden centímetros nuevos de placas geológicas cuyo grosor se incrementa constantemente. 

En esta última se ubica una especie de trinchera marítima, o mejor dicho una rotura, una fractura que se conoce como la de Romanche y que se hunde hasta los 7.758 metros. Es, por ello, uno de los sitios submarinos con mayor profundidad del Océano Atlántico.

La existencia de la dorsal Atlántica ya se intuía en el S. XIX, pero no pudo ser confirmada hasta el S. XX.  En 1853 durante unas labores para la instalación de un cable a través del Océano Atlántico que ampliara las comunicaciones internacionales. 

Ésta fue inferida tres años antes por el oceanógrafo estadounidense Matthew Fontaine Maury. 

Este cable transatlántico fue el paso de inicio para este descubrimiento, con el fin de que fuera instalado correctamente. Fue preciso medir la profundidad del océano realizando sondeos exhaustivos, en éstos, se notó que en las señales había claras pruebas de una meseta submarina debajo del agua, en mitad del Océano Atlántico. Sin embargo, no se le prestó demasiada atención a esta particularidad, y cayó rápidamente en el olvido.

Pasaron casi 20 años hasta que una expedición naval británica, abanderada por la corbeta HMS Challenger, dio nuevas luces en 1872. La misión oceanográfica de los ingleses fue comprobando lo que se había encontrado en 1853 y halló, desde luego, que los costados del Océano Atlántico eran menos profundos que su zona central. 

Los hallazgos decimonónicos, continuados por hombres como el naturalista escocés Charles Wyville Thomson (1830-1882), se vieron complementados en 1922 por la expedición naval alemana a cargo del buque Meteor. 

En esta ocasión, el sondeo del Océano Atlántico fue mucho más metódico. No fue nada más a tantear el terreno para instalar cables de telégrafos, sino que hizo un estudio minucioso de la zona marítima a través de instrumentos de ultrasonido.

Después, un equipo de científicos consiguió dar con el objetivo: una enorme cordillera por debajo del mar que atravesaba por todo el Océano Atlántico, con una forma serpenteante.

Lo más peculiar fue que mientras los picos más bajos permanecían imperceptiblemente sumergidos en el agua, los más altos los tenían frente a sus ojos: eran las islas del Atlántico, tales como Tristán da Cunha, Ascensión y las Azores. Pero eso no era ni la mitad de lo que estaba por descubrir.

Sondeos más profundos se realizaron en otras zonas del Océano Atlántico por esos años. En efecto, se descubrió que la cadena montañosa recién encontrada pasaba por Nueva Zelanda 🇳🇿 y por África. Esto quiere decir que la dorsal Atlántica no se conformaba con atravesar el Océano Atlántico, sino que se extendía mucho más allá, al Océano Pacífico.

Fue en la década de 1950, y más específicamente en 1953, cuando se hicieron descubrimientos que pueden ser catalogados como revolucionarios. El equipo de científicos norteamericanos, encabezado por el geólogo Bruce Charles Heezen, notó que había más accidentes geográficos en el fondo del Océano Atlántico de los que en un principio se había creído. Para su sorpresa, el grupo de Heezen encontró que en el centro de la dorsal Atlántica había un barranco muy profundo.

Este hallazgo fue clave para corroborar lo que habían detectado los trabajos previos de Maury, el equipo del HMS Challenger y Thomson en el siglo XIX. Ese barranco era el fondo del océano y sus lados no eran sino sus paredes, las que supuestamente eran las laderas de una meseta submarina gigante. Por este motivo algunos científicos bautizaron esta zona como la Gran Hendidura del Globo.

En resumen,  se encontró que la dorsal Atlántica era más larga de lo que se hubieran imaginado, pues también pasaba por el Mar Rojo, daba un rodeo en la región costera del Océano Pacífico y pasaba a través de California.

Los científicos no dudaron, por supuesto, que la Gran Hendidura tuviera unos 60.000 kilómetros de largo, pero notaron que ésta era discontinua, con secciones desconectadas por la acción sísmica y volcánica.

Os contaré mucho más sobre esta dorsal, en pleno viaje.

✍🏼 María Carrión. 

📷 Imágenes extraídas de internet 

📚https://wwwe.uib.es/es/

📚https://www.ecured.curso/EcuRed:Enciclopedia_cubana

📚https://www.investigacionyciencia.es/preview/334



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